SACRAMENTO — Fue un día de puertas abiertas en la escuela primaria Heron, y dentro de un auditorio bullicioso, los alumnos de quinto grado crearon un museo de cera en el que representaron a “estadounidenses famosos”, disfrazados de íconos pop, estrellas del deporte y leyendas de sus libros de historia.
Junto con un Barack Obama en miniatura que intentó no moverse mientras estaba parado detrás de un atril presidencial improvisado, había un Abraham Lincoln con sombrero de copa (y Vans a cuadros), un fornido Albert Einstein y al menos dos francotiradores al estilo Annie Oakleys.
No muy lejos de una túnica con Sandra Day O’Connor estaba una niña de 11 años con cabello largo y castaño, pantalones negros y una chaqueta. Al igual que los demás, ella se paró en una silla y permaneció inmóvil hasta que presionaron una copia impresa de un botón rojo a sus pies. Entonces ella habló:
“Hola, soy Blanca Rubio. La razón por la que soy una estadounidense famosa es porque soy asambleista, pero no sólo eso, sino también porque recientemente mi hermana, Susan Rubio, fue elegida para el Senado estatal. Ahora somos las primeras hermanas en ser elegidas en el Capitolio estatal”.
La oradora era Nadia Rubio, y estaba representando a su madre.
Parecía apropiado compartir la historia de Blanca y Susan Rubio en una escuela, porque las legisladoras se consideran maestras de corazón. Animadas y enérgicas, tienden a agitar las manos cuando hablan, un hábito que permanece desde sus días escolares que mantiene a los niños interesados.
En conversación, las Rubio sugieren que son copias al carbón la una de la otra. Pero aquellos que trabajan cerca de ellas ven una diferencia en los estilos: Blanca, de 50 años, extrovertida y contundente, es más rápida para atraer a su círculo de amigos en los eventos. Susan, un año más joven, es un poco más reservada y siempre meticulosamente organizada.
Nadia, mientras estaba en el museo de cera y en clase durante la primavera pasada, contó el sorprendente trayecto de las hermanas:
“Tuvimos la suerte de tener a mamá y papá. Reconocimos en ese entonces que éramos privilegiados en ese aspecto”.
— Susan Rubio
“Cuando tenía 6 años, me deportaron. Recuerdo que hombres uniformados se acercaban a mis padres y tenían terror en la cara”.
Blanca y Susan nacieron en Ciudad Juárez, la ciudad mexicana frente a El Paso y luego hogar de muchos braceros que obtuvieron permisos temporales para trabajar en Estados Unidos.
Su padre era bracero, y cuando el programa terminó en 1964, Sabino Rubio continuó cruzando legalmente a Estados Unidos, pero ya no estaba autorizado para trabajar. Lo hizo de todos modos, ayudando a construir pasos a desnivel en todo Texas. Más tarde se mudó con su esposa y en ese entonces, sus cuatro hijos, a Winnie, a las afueras de Houston.
Blanca, en ese tiempo tenía 6 años, y Susan, 4, eran güeritas, de piel clara con cabello rubio, y las únicas hispanohablantes en sus clases. “La maestra realmente no sabía qué hacer conmigo”, recordó Blanca. “Ella me ponía en una esquina y me daba páginas para colorear”.